Reflexiones personales sobre la peligrosidad de COVID-19

Reflexiones personales sobre la pandemia del Coronavirus y su peligrosidad

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Políticos, medios de comunicación y autoridades sanitarias alimentan de forma desmesurada el miedo al coronavirus, y las decisiones irracionales determinan los acontecimientos.

En el mundo occidental el liderazgo en las medidas frente al coronavirus las lleva Alemania. La gran mayoría de países le han seguido. Frases que generan gran miedo, similares a las pronunciadas por la canciller alemana Angélica Merkel, diciendo “no debemos sentirnos ni un segundo seguros” se están repitiendo sin cesar en las noticias de la mayoría de los países. Se han introducido medidas de privación de libertad de una envergadura desconocida. Apenas existen voces críticas, y en cuanto surgen, se silencian de una forma que recuerda el modo de proceder del totalitarismo.

A continuación, quisiera mostrar que el pánico infundido y la declaración del estado de alarma no tienen justificación alguna. Esta afirmación se basa en estudios e investigaciones de  120 científicos que tienen nombres, apellidos y excelentes CV´s.

Para proceder de forma científica el primer paso es conocer la mortalidad real del virus SARS-CoV-2, verificándose el número de personas infectadas que fallecen a causa del contagio. Existen distintos estudios realizados con suficiente rigor científico. Entre ellos se encuentran los realizados en el crucero “Diamond Princess”, los portaaviones “Charles de Gaulle” y “USS Theodore Roosevelt”, el llevado a cabo en la ciudad alemana de Gangelt y en Islandia. Estos estudios encontraron tasas de mortalidad de entre el 0,06% (media de los 2 portaviones) para un grupo de personas jóvenes y el 0,5% del “Diamond Princess” para un grupo de personas con una edad media de 60 años. Es decir que existen suficientes datos para poder afirmar que la enfermedad COVID-19 tiene una tasa de mortalidad parecida a la de la gripe y considerablemente menor que la de la gripe de 2017/18. En España, el dato del personal sanitario infectado y fallecido por coronavirus arroja con 0,1%, un valor parecido.

Asumiendo como válida esta tasa de mortalidad es claro que el exceso de defunciones en España, 43.018 personas (22 de mayo), no es achacable únicamente a COVID-19. En la mayoría de los países europeos el número de defunciones no difiere significativamente del de años anteriores. Sobre todo Bélgica, Italia, España, Francia y el UK, tienen tasas de mortalidad anormales. La baja mortalidad de COVID-19, por un lado, y el exceso de mortalidad en estos países, comparado con otros países de nuestro entorno (Alemania, Austria, ……), hace imprescindible la investigación urgente del origen de estas altas tasas de mortalidad.

Los estudios demuestran también que un 50% de las personas infectadas por Coronavirus no muestran ningún síntoma, el 98% muestran ningún síntoma o síntomas lleves, o que la edad media de los fallecidos por COVID-19 coincide aproximadamente con la de la esperanza de vida.

Algunas de las posibles causas a las que apuntan distintos profesionales son, por ejemplo: La falta de camas en UCI´s (Alemania tiene 34 camas por cada 100.000 habitantes, Italia 13, España 10 y UK 7); en Italia y España, un alto porcentaje de la población se ha vuelto resistente a los antibióticos; se han producido errores en la medicación debido a la fijación con el COVID-19;  utilización de medicamentos antivirales con importantes efectos secundarios; el ensayo precipitado de nuevos medicamentos con alto riesgo; la utilización de ventiladores para aportar oxígeno a los enfermos; infecciones hospitalarias; la falta de personal sanitario; la contaminación atmosférica; personas con enfermedades no relacionadas con COVID-19 que no se han tratado o han sido tratadas demasiado tarde; suicidios; ansiedad debida al pánico creado; la mala utilización de los análisis por PCR´s; los efectos secundarios de los medicamentos se achacan a los efectos de COVID-19 y una prueba positiva por SARS-CoV-2 a menudo solo es una evidencia médica secundaria; los virus de influenza son más peligrosos, pero se les ha dejado de prestar atención; microbiólogos y médicos advierten de la probabilidad de una desafortunada interferencia con el sistema autoinmune, de los componentes de la vacuna contra la gripe y el grupo de coronavirus, que se está administrando en los últimos años.

Por otra parte, el coste económico y social de las medidas tomadas para hacer frente al COVID-19 es altamente preocupante. Cristina Lagarde pronosticó, en el mejor de los casos, una caída del PIB del 5% para 2020, una hipótesis media del 9% y una hipótesis pesimista del 15%. Tomando como escenario la hipótesis pesimista el coste económico para España será de 186.713 millones de Euros, esto es: un 40% superior al coste total de la masa salarial de todos los empleados públicos; un 14 % más que el presupuesto total de la Seguridad Social de España, un 250% mayor que el coste total de todo el sistema sanitario.

¿Cuántas vidas se hubiesen podido salvar con ello? ¿Enfermos por otras causas que no sea COVID-19 no se merecen el mismo esfuerzo para salvar su vida? ¿Es moral el afán de poner la salud y la seguridad por encima de todos los demás valores y virtudes e hipotecar a las generaciones venideras de esta forma? ¿No nos hemos dado cuenta de que, si la salud es el valor más alto en nuestra escala de valores, por encima de la libertad, estamos perdiendo ambas?  ¿Cómo es posible que los responsables políticos hayan declarado el estado de alarma con tanta ligereza? ¿Cómo es posible que la oposición no haya puesto condiciones, pidiendo el seguimiento de la evolución de la pandemia por una comisión de expertos independientes, con miembros de prestigio internacional, todos con nombre y apellido? Un equipo de expertos aprobado en sede parlamentaria donde deberá reportar.

Sólo nos queda esperar que, el enorme sufrimiento y el altísimo coste económico sean compensados por una reflexión para construir unos estados y una comunidad europea más “antifrágil” y unas instituciones nacionales e internacionales más eficientes e independientes, dirigidas por personas con más “Skin in the Game”, virtud que parece haberse retirado al ámbito de la empresa familiar como reliquia de un gran pasado.

Para terminar, quisiera hacerme eco de las palabras del médico forense alemán Klaus Püschel, que ha realizado las primeras 130 autopsias forenses de personas fallecidas con coronavirus: “Lo mejor contra Corona (y otros microbios) es nuestro propio sistema inmune”.

Norbert Nägele

29-5-2020

 

Acerca de Norbert Nägele

Norbert Nägele – Austriaco, casado con española, padre de tres hijos y residiendo en España desde hace más de treinta años. Es ingeniero de telecomunicaciones y electrónica por el HTL Innsbruck y físico por la Universidad de Viena. Ha estudiado fisica experimental y teorica en los campos nuclear, de particulas elementales y física cuantica. Por encargo de la Academia de Ciencia de Austria ha trabajado en el Centro de Investigación Nuclear Suizo y durante tres años como investigador en el Centro de Investigación de Partículas Elementales en Ginebra (CERN). Además, ha colaborado en más de 70 publicaciones con grupos de investigadores de diversas universidades y nacionalidades. En 1989 traslada su residencia a España desarrollando su actividad en el sector industrial hasta que en 1995 funda “KEPLER INGENIERIA Y ECOGESTION”, continuando así con la larga tradición empresarial de su familia, aunque en campos diferentes. En 2004 crea la empresa “KUVIER, THE BIOTECH COMPANY”, laboratorio biotecnológico dedicado a la recuperación de daños medioambientales con técnicas microbiológicas y de biología molecular, así como a la digestión anaerobia, acumulando mas de 20 años de experiencia en microbiología. Ha dirigido un gran número de investigaciones en este campo. También es socio fundador y administrador de la librería CERVANTES&CO (Cervantesco.com) en Austria. Desde hace 25 años dirige un equipo multidisciplinar, llevando a cabo un gran número de trabajos como son los estudios de toxicidad y análisis de riesgo para la salud humana y el medio ambiente, la degradación de productos químicos, antibióticos y otros mediante procesos microbiológicos y químicos.
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